Este crustáceo decápodo tiene un cuerpo largo que alcanza, en algunos casos, los 50 cm de longitud y 8 Kg de peso, aunque raramente supera los 35 cm. El cuerpo se divide en dos partes claramente diferenciadas: el cefalotórax o cabeza y el abdomen o cola.
La cabeza es espinosa y el rostro pequeño, en él destacan dos ojos protuberantes protegidos por sendas proyecciones espinosas. La langosta tiene el cuerpo de color violeta oscuro o marrón con manchas amarillas, las cuales son más abundantes en el abdomen, patas y antenas. Los animales jóvenes tienen una banda longitudinal amarilla en la parte superior del cuerpo.
La langosta emplea sus largas antenas para ahuyentar a sus enemigos (entre los que se incluye a los buceadores demasiado insistentes), interponiéndolas entre ella y el intruso. También usa las antenas que superan en longitud al propio cuerpo para conocer su entorno inmediato mediante el tacto, una habilidad necesaria en las condiciones de baja iluminación típicas de las grietas y agujeros en los que vive. Las antenas también son útiles para desanimar a la competencia cuando está comiendo, poniendo así de manifiesto su territorialidad.
A pesar de su apariencia pesada, la langosta es capaz de nadar gracias a las potentes contracciones de su cola, fuertemente musculada. Es precisamente esta cola, muy apreciada gastronómicamente, la que hace que las langostas sean muy buscadas en todos nuestros mares y como consecuencia sean escasas, y de pequeño tamaño, en las zonas de poca profundidad. Vive en los fondos coralígenos de las costas escarpadas, entre 20 y 70 metros de profundidad, aunque es especialmente abundante a partir de los 40 metros, donde se encuentran los ejemplares mayores. Entre noviembre y marzo la Palinurus elephas suele emigrar a zonas más profundas.